En el contexto del cambio climático, la transformación de las estrategias de producción de alimentos y energía se erige como clave para abordar los desafíos del siglo XXI. Desde la reducción de la huella de carbono en la agricultura y la ganadería hasta la adopción de fuentes de energía renovable, las decisiones en estos sectores moldearán el destino de la humanidad en las próximas décadas. En este escenario, los avances científicos y tecnológicos están propiciando soluciones innovadoras para mejorar la sostenibilidad del planeta, siendo la energía agrovoltaica un ejemplo reciente de esta tendencia.
La energía agrovoltaica, también conocida como agrofotovoltaica, se basa en aprovechar terrenos agrícolas para la instalación de paneles solares fotovoltaicos. Esta estrategia, concebida por científicos alemanes del Instituto Fraunhofer en 1981, permite que las actividades agrícolas y la generación de energía coexistan en las mismas tierras de cultivo. Este enfoque no solo posibilita la producción simultánea de alimentos y energía sin aumentar la superficie total utilizada, sino que también genera sinergias beneficiosas que se explorarán más adelante.
Los sistemas de energía agrovoltaica pueden suministrar electricidad a la red para su distribución externa y, al mismo tiempo, abastecer a las explotaciones agrarias in situ, proporcionando energía para sensores, dispositivos IoT, sistemas de riego e iluminación.
Existen tres modalidades principales:
Esta aplicación innovadora de la energía renovable ofrece una serie de beneficios para los diversos actores involucrados, desde agricultores y la industria energética hasta los consumidores y, por supuesto, el medio ambiente. Algunas de las razones clave para adoptar la energía agrovoltaica incluyen:
Aunque la energía agrovoltaica es una solución relativamente reciente, su aceptación está en constante crecimiento. Según estadísticas del Instituto Fraunhofer, la capacidad instalada ha pasado de 5 MW en 2012 a 14 GW en 2021. En países como Corea del Sur, se planea la creación de cien mil instalaciones en terrenos agrícolas para frenar la despoblación rural y proporcionar ingresos adicionales a los agricultores mediante la venta de electricidad.
En ciertos cultivos, como la patata, el algodón o el tomate, la protección ofrecida por los paneles fotovoltaicos ha demostrado incrementar la producción hasta en un 40%. Los viñedos también se benefician, ya que la producción y maduración de la uva son altamente sensibles al calentamiento global.
Fuente: ImnovationHub
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